"Patagonia", el barco que no pudo navegar
en el Lago Nahuel Huapí
Reproducción foto antigua: El Diario de Bariloche
En la década de 1930 las rutas de acceso terrestre a la entonces pequeña ciudad de Bariloche eran pocas y difíciles de transitar. Las rutas pluviales eran vistas como una solución. En esta nota se narran las curiosas peripecias de uno de los primeros barcos destinados al Lago Nahuel-Huapí.
La escribí para El Diario en mayo de 1982.
En aquella época difícil para el sur argentino que fue la primera mitad del siglo, la falta de una infraestructura de caminos que conectara las poblaciones y caseríos se tornó un problema acuciante. Para quienes habitaban en las márgenes del Lago Nahuel-Huapi la solución era un tráfico regular de embarcaciones, lo que lamentablemente en pocas ocasiones fue provisto. Una de las oportunidades en que los vecinos esperanzados creyeron que había llegado al fin un vapor de regular tamaño a satisfacer sus necesidades, el desenlace fue realmente insólito.
El Patagonia había sido proyectado para navegar el Nahuel-Huapi al servicio de Ferrocarriles del Estado. Su caldera, de gran tamaño, fue enviada desde el entonces importante puerto de San Antonio Oeste hacia Bariloche, pero los vehículos de tracción a sangre que la llevaban quedaron atascados en los malos caminos de la zona, a la altura de Pilcaniyeu. Ahí quedó durante algunos años, hasta que un importante acontecimiento movió a las autoridades a mejorar las rutas y proveerlas de más adecuados medios de transporte.
Corría el año 1930 y el entonces Príncipe de Gales, heredero de la Corona Británica, había anunciado su segundo viaje a nuestro país. Durante el primero, en 1926, tuvo ocasión de ser huésped de la familia Ortiz Basualdo en Buenos Aires, quienes sin duda invitaron al futuro Duque de Windsor a conocer las bellezas del sur argentino. El itinerario por la zona del Nahuel-Huapi indicaba su llegada via Chile hasta Puerto Blest, desde donde debería ser conducido en una nave hasta la Península Huemul. Era imprescindible entonces contar con una embarcación adecuada y de buen tamaño ante la eventualidad de un día tormentoso.
La caldera del Patagonia emprendió su camino hacia Bariloche y el navío fue armado en la Isla Victoria. El día en que la real comitiva, encabezada por el Duque de Kent, ya que el príncipe decidió permanecer en la estancia Huemul, llegaría al muelle de San Carlos de Bariloche para efectuar una breve visita, todos los vecinos se reunieron en la costa. El Patagonia cruzó las aguas del lago para ser recibido con gran entusiasmo por el público. Los nobles británicos regresaron a la Península Huemul después de ser agasajados en la ciudad, a bordo del yate de la familia Ortiz Basualdo, un esbelto navío llamado Huemul II.
Pero el Patagonia no iba a satisfacer las expectativas creadas entre los habitantes de Bariloche. Solo realizó cortos y esporádicos viajes, por las grandes dificultades que se encontraron para conseguir la autorización de la Sub-prefectura, con sede en Pichimahuida, que tenía jurisdicción sobre el Nahuel-Huapi. La razón era importante: el Patagonia estaba provisto de una caldera demasiado grande para la estructura que la soportaba.
Tiempo después fue anclado en las proximidades de Puerto Moreno, hasta que se decidió su venta a un particular. El nuevo propietario hizo del Patagonia una boite, instalada a pocos kilómetros de la ciudad. La nave, que no pudo cumplir con el destino para el que la crearan, fue consumida por las llamas a mediados de la década del '50.
El incendio puso fin a la boite "El Barquito", bajo cuya fachada dormía el vapor Patagonia.
La escribí para El Diario en mayo de 1982.
En aquella época difícil para el sur argentino que fue la primera mitad del siglo, la falta de una infraestructura de caminos que conectara las poblaciones y caseríos se tornó un problema acuciante. Para quienes habitaban en las márgenes del Lago Nahuel-Huapi la solución era un tráfico regular de embarcaciones, lo que lamentablemente en pocas ocasiones fue provisto. Una de las oportunidades en que los vecinos esperanzados creyeron que había llegado al fin un vapor de regular tamaño a satisfacer sus necesidades, el desenlace fue realmente insólito.
El Patagonia había sido proyectado para navegar el Nahuel-Huapi al servicio de Ferrocarriles del Estado. Su caldera, de gran tamaño, fue enviada desde el entonces importante puerto de San Antonio Oeste hacia Bariloche, pero los vehículos de tracción a sangre que la llevaban quedaron atascados en los malos caminos de la zona, a la altura de Pilcaniyeu. Ahí quedó durante algunos años, hasta que un importante acontecimiento movió a las autoridades a mejorar las rutas y proveerlas de más adecuados medios de transporte.
Corría el año 1930 y el entonces Príncipe de Gales, heredero de la Corona Británica, había anunciado su segundo viaje a nuestro país. Durante el primero, en 1926, tuvo ocasión de ser huésped de la familia Ortiz Basualdo en Buenos Aires, quienes sin duda invitaron al futuro Duque de Windsor a conocer las bellezas del sur argentino. El itinerario por la zona del Nahuel-Huapi indicaba su llegada via Chile hasta Puerto Blest, desde donde debería ser conducido en una nave hasta la Península Huemul. Era imprescindible entonces contar con una embarcación adecuada y de buen tamaño ante la eventualidad de un día tormentoso.
La caldera del Patagonia emprendió su camino hacia Bariloche y el navío fue armado en la Isla Victoria. El día en que la real comitiva, encabezada por el Duque de Kent, ya que el príncipe decidió permanecer en la estancia Huemul, llegaría al muelle de San Carlos de Bariloche para efectuar una breve visita, todos los vecinos se reunieron en la costa. El Patagonia cruzó las aguas del lago para ser recibido con gran entusiasmo por el público. Los nobles británicos regresaron a la Península Huemul después de ser agasajados en la ciudad, a bordo del yate de la familia Ortiz Basualdo, un esbelto navío llamado Huemul II.
Pero el Patagonia no iba a satisfacer las expectativas creadas entre los habitantes de Bariloche. Solo realizó cortos y esporádicos viajes, por las grandes dificultades que se encontraron para conseguir la autorización de la Sub-prefectura, con sede en Pichimahuida, que tenía jurisdicción sobre el Nahuel-Huapi. La razón era importante: el Patagonia estaba provisto de una caldera demasiado grande para la estructura que la soportaba.
Tiempo después fue anclado en las proximidades de Puerto Moreno, hasta que se decidió su venta a un particular. El nuevo propietario hizo del Patagonia una boite, instalada a pocos kilómetros de la ciudad. La nave, que no pudo cumplir con el destino para el que la crearan, fue consumida por las llamas a mediados de la década del '50.
El incendio puso fin a la boite "El Barquito", bajo cuya fachada dormía el vapor Patagonia.