Concurso LAIA 2012 -
Relatos Cortos "Los Mundos Posibles"
Antología a la venta en Amazon.com
Romance Porteño fue uno de los nueve trabajos seleccionados como finalistas. El primer lugar lo obtuvo el cuento El Café de la Paloma de Claudia I. Rodríguez Velázquez y la entrega de premios tuvo lugar el 21 de octubre en Nueva York.
Lo que sigue es un fragmento de Romance Porteño,
cuento corto que forma parte del volumen La casa Vieja y Otros Relatos
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" Patricia devoraba las últimas informaciones y leía cualquier libro que aparecía sobre el tema, mientras a su alrededor, en la pensión, las chicas laburantes llegadas del interior del país buscaban novio oficial o se preparaban para la boda. ¿Es que no tenían ojos para ver cómo el mundo se transformaba día a día? Si ella comentaba alguna noticia, la miraban como si recién hubiese bajado de un plato volador. Era inútil.
Claro que Juan José no era muy partidario de la independencia femenina ni de los cambios políticos tampoco. Pero eso era porque él venía de una familia tradicional y de mucha plata de Salta. Las viejas familias del noroeste tenían costumbres arraigadas, y claro, a él le habían inculcado todo eso. Pero a la larga, estaba segura de que él iba a absorber los cambios, como ella. Estaba segura de que él no iba a imitar a su tío cincuentón, por ejemplo, quien mantenía un hermoso departamentito en Barrio Norte para retozar los días en que venía a la capital por negocios con su amante treintañera y porteña. Juan José no era de ésos, lo conocía bien. Además, ellos pertenecían a la misma generación que estaba haciendo historia en todo el mundo y él iba a recibirse de abogado en un par de años, apenas terminara de dar esas materias que hacía rato no podía pasar. Por eso los padres no lo dejaban buscar trabajo, para que las aprobara de una vez. Ella le ayudaba a estudiar con entusiasmo. Se sentaban en los cafés, por horas, antes de los exámenes, y le tomaba las bolillas una por una. Tanto que ya se las sabía de memoria.
–En una de ésas me anoto yo en tu facultad y me hago abogada en vez de estudiar periodismo –había bromeado una noche, sorbiendo el tercer cortadito mientras él luchaba para recordar algún dato histórico o el número de alguna ley.
Juan José la había mirado con un gesto tan despectivo, que ella no se atrevió a seguir con la broma.
–¿Abogada, vos? –había observado incrédulo, los ojos burlones–. No lo creo… –y terminó la frase con una risita divertida.
–Digo, nomás –se arrepintió ella, un poco picada, pero con la firme decisión de no demostrar lo que sabía de la bolilla que estaban repasando, para no herirlo. Él era su vida desde hacía casi dos años, cuando después de mucho buscarla e insistir, ella aceptó la primera cita. Tenía esas cosas, pero en el fondo era un pan de Dios.
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cuento corto que forma parte del volumen La casa Vieja y Otros Relatos
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" Patricia devoraba las últimas informaciones y leía cualquier libro que aparecía sobre el tema, mientras a su alrededor, en la pensión, las chicas laburantes llegadas del interior del país buscaban novio oficial o se preparaban para la boda. ¿Es que no tenían ojos para ver cómo el mundo se transformaba día a día? Si ella comentaba alguna noticia, la miraban como si recién hubiese bajado de un plato volador. Era inútil.
Claro que Juan José no era muy partidario de la independencia femenina ni de los cambios políticos tampoco. Pero eso era porque él venía de una familia tradicional y de mucha plata de Salta. Las viejas familias del noroeste tenían costumbres arraigadas, y claro, a él le habían inculcado todo eso. Pero a la larga, estaba segura de que él iba a absorber los cambios, como ella. Estaba segura de que él no iba a imitar a su tío cincuentón, por ejemplo, quien mantenía un hermoso departamentito en Barrio Norte para retozar los días en que venía a la capital por negocios con su amante treintañera y porteña. Juan José no era de ésos, lo conocía bien. Además, ellos pertenecían a la misma generación que estaba haciendo historia en todo el mundo y él iba a recibirse de abogado en un par de años, apenas terminara de dar esas materias que hacía rato no podía pasar. Por eso los padres no lo dejaban buscar trabajo, para que las aprobara de una vez. Ella le ayudaba a estudiar con entusiasmo. Se sentaban en los cafés, por horas, antes de los exámenes, y le tomaba las bolillas una por una. Tanto que ya se las sabía de memoria.
–En una de ésas me anoto yo en tu facultad y me hago abogada en vez de estudiar periodismo –había bromeado una noche, sorbiendo el tercer cortadito mientras él luchaba para recordar algún dato histórico o el número de alguna ley.
Juan José la había mirado con un gesto tan despectivo, que ella no se atrevió a seguir con la broma.
–¿Abogada, vos? –había observado incrédulo, los ojos burlones–. No lo creo… –y terminó la frase con una risita divertida.
–Digo, nomás –se arrepintió ella, un poco picada, pero con la firme decisión de no demostrar lo que sabía de la bolilla que estaban repasando, para no herirlo. Él era su vida desde hacía casi dos años, cuando después de mucho buscarla e insistir, ella aceptó la primera cita. Tenía esas cosas, pero en el fondo era un pan de Dios.
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